Árbol,
levanten tus raíces
en escombros
este suelo infértil.
Que tanto muro estéril
reverdezca. Y se derrame,
en un entrecruzarse infinito
de malezas, cada rama abriéndose
camino
al vórtice preciso
de la existencia.
Que en cada grieta o resquicio
devenga en hálito, se haga
hélice la semilla que antes fuera
sólo grava piedra cáscara
-esperanza en todo caso-
rodando vagamente sobre el pavimento.
Y regurgite; se desborde
en movimientos, resarcido
todo espacio. Se descubra
en cada paso el mundo recubierto
por el respirar acompasado
del reencuentro
alfombrado con enredaderas.
Sobre toda ruina se yergue siempre alguna hierba.