zambullirse en un charco con forma de nube
que sube y que baja como las montañas
y una mañana de estas
quizás un jueves
despertarse flotando lleno de lluvia
aunque se vea el sol -miralo- allá arriba
y caiga de golpe como meteorito
o explote de pronto como dinamita
volando al instante la cabeza a pedazos
aunque sea celeste o bien rojo que verde
sin arcoiris porque la noche y estrellas
porque se estrecha el agujero a baldazos
y casi no hay tiempo -que casi no-
hay que zambullirse de cabeza en un charco.
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