Di de puños a la puerta
abandonada hasta romper
-al unísono del eco-
como madera seca
todos los huesos de mi mano.
Perdí el tren.
Trastabillando en los andenes
fui arando pedregullos y durmientes
con los pies descalzos.
El bolso remendado
dejó caer los bombones que llevaba
en algún punto del camino.
Llegué a la estancia.
Paré en la puerta y golpeé
hasta cansarme y sangrar
en el cantero descuidado
este manojo de flores oxidadas.
4 comentarios:
Uy... no sólo se perdió un tren. Que la vida fuera el extraviar una máquina suena bien, pero no un amor.
¡Me gustó el sitio! Volveré.
Grande amigo!
Un gran abrazo
Troche
Parece que la vida se empecina, a veces, en meter palos en la rueda.
Parece, si.
Me gusta.
original, me gusta.
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