28.5.08

enredadera

Hay un mundo, y en él un bosque, y en él palabras rebotan como ecos. Dijiste, y yo respondí (diálogo vacío), y sin saber ahí estabas escondida detrás de un árbol cualquiera.

Y yo camino, y yo espía del mundo, el otro, el mío, (me río), o cualquier otro quizás. Y yo te busco, cosa rara, linda niña, no te encuentro. Y yo escucho palabras, como ecos del después, pensando en crear un mundo para que rías y después querrías después ya no lo sé. Sólo si me invitas a tu nueva dimensión iré.

Para que vivas (tienes que hacerlo) yo te hago un nuevo mundo paralelo y te lo doy, y me voy por ahí silbando no sé qué no sé cuánto te quiero, pues sé que volveré y te daré mil nuevos mundos para que no te aburras nunca, para que no te mueras nunca (sino yo me pondría a llorar). Y eso no es lo que yo quiero ni lo que busco yo es un nuevo cuento para vivir.

Contigo (si es que te encuentro) seguiremos el camino que nos lleve a algún destino como por ejemplo ese otro mundo que yo inventé para obsequiarte, para besarte con palabras, con palabras que escuché mientras creaba un nuevo mundo, palabras que rebotan como ecos en un bosque que está dentro de un mundo que no sé quién lo escribió.

¿Qué? ¿Que quién decía esas palabras que en el bosque rebotaban? Pero si eras tú escondida detrás de un árbol cualquiera.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Será que las palabras me permiten llegar a ese límite que el cuerpo no se anima?
¿Será gracias a ellas que mi ser se expresa libremente sin importar donde me encuentre?
Aveces no existe palabra tan esquicitamente sutil, ingeniosa y bella para nombrar lo que me pasa cuando me gusta mi reflejo en los ojos de alguien.

Anónimo dijo...

Piedras, lápidas, quizá eran tumbas de deseos de los cuales un extraño y sagaz, como cualquier sagaz y extraño miraba detenidamente brotar de aquel encierro una fugaz y colorida hiedra ¿alegría? Pero el color no impedía que el encierro siga siendo encierro y creo creer que la hiedra continuaba siendo hiedra