Ya se acerca la tormenta y yo
la espero, abrazo
abierto, boca
abierta; todo abierto
el ser a la intemperie.
Suena un trueno, me hago
nube, y lanzo un grito
que se pierde pronto en la lejanía.
Siento un rayo, me electrizo
incandescente, subo al risco
borrascoso del estruendo
y me silencio.
El eco se confunde entonces con el horizonte.
Se hace la luz. Tras la cortina
del cielo estalla en claridades
el ocaso. Me vuelvo espectro,
halo; y reflectante
me constelo en noche cristalina.
Ya se acerca, pronto, el acabose
que da pie a todo recomienzo.
Ya se acerca, ya;
y así lo espero.
A brazo abierto
el ser
sobre una piedra.
18.11.09
9.11.09
la viruta que quedó tras la escultura
No más que por la incertidumbre;
por la imposibilidad más absoluta
que contiene en sí todos los posibles.
No más que por el roce -tu caricia de sílex-
que en la noche disoluta me devasta
-el refulgir imperioso de tu silueta de humo-.
No más que una mirada alcanza para el vuelo.
Y no hablo del amor, esa voluta
incognoscible; ni del trueno
que concluye el desbordamiento luminoso.
Balbuceo apenas tu silencio
evocando al más arquetípico infinito.
por la imposibilidad más absoluta
que contiene en sí todos los posibles.
No más que por el roce -tu caricia de sílex-
que en la noche disoluta me devasta
-el refulgir imperioso de tu silueta de humo-.
No más que una mirada alcanza para el vuelo.
Y no hablo del amor, esa voluta
incognoscible; ni del trueno
que concluye el desbordamiento luminoso.
Balbuceo apenas tu silencio
evocando al más arquetípico infinito.
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