Innombrable
nada me perturba.
Más allá del resplandor de la palabra
la oscuridad profusa me circunda,
pero no me debato en duelo, no me asusta
sucumbir ante el silencio -fiel me entrego-
y despertar a media noche en plena calma.
No hay llamado alguno, ni campanas
que redoblen puntualmente hasta el encuentro
al final del camino: el campanario
vacío
y el cielo repleto de aves desbandadas.
Sin palabras
soy como una flecha apuntando a ningún lado.
Innombrable
ninguna herida se abre en la cercanía.