Innombrable
nada me perturba.
Más allá del resplandor de la palabra
la oscuridad profusa me circunda,
pero no me debato en duelo, no me asusta
sucumbir ante el silencio -fiel me entrego-
y despertar a media noche en plena calma.
No hay llamado alguno, ni campanas
que redoblen puntualmente hasta el encuentro
al final del camino: el campanario
vacío
y el cielo repleto de aves desbandadas.
Sin palabras
soy como una flecha apuntando a ningún lado.
Innombrable
ninguna herida se abre en la cercanía.
2 comentarios:
Aquello que no se puede nombrar, no existe. Es el lenguaje que delimita la realidad. De cualquier forma, me encantó tu texto.
Que lindo, vivir asi, sin heridas abiertas y que no duelan
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