No más que por la incertidumbre;
por la imposibilidad más absoluta
que contiene en sí todos los posibles.
No más que por el roce -tu caricia de sílex-
que en la noche disoluta me devasta
-el refulgir imperioso de tu silueta de humo-.
No más que una mirada alcanza para el vuelo.
Y no hablo del amor, esa voluta
incognoscible; ni del trueno
que concluye el desbordamiento luminoso.
Balbuceo apenas tu silencio
evocando al más arquetípico infinito.
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